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Intoxicación por medicamentos

Fármacos de uso habitual y riesgos tóxicos asociados. Comprender cuándo un medicamento puede convertirse en un problema

En el entorno clínico veterinario, los medicamentos son herramientas esenciales y de uso cotidiano. Aun así, cualquier sustancia con efecto terapéutico tiene también un potencial tóxico, y en determinadas circunstancias esa frontera puede llegar a ser sorprendentemente estrecha. Por ello, no es extraño que algunos de los casos de intoxicación que se investigan en laboratorios o servicios de urgencias estén relacionados con fármacos muy conocidos y utilizados a diario.
Estas situaciones pueden aparecer por factores diversos: particularidades del propio animal, variaciones en la formulación, interacciones entre sustancias, errores en la administración o el empleo de medicación no prescrita para la especie. Independientemente del origen, el resultado puede derivar en signos clínicos de distinta gravedad que requieren una actuación rápida y bien orientada.
En este artículo revisamos los fármacos más frecuentemente implicados en episodios de toxicidad, los cuadros clínicos que pueden generar y los pasos básicos a considerar cuando surge una sospecha.

 AINEs: los grandes protagonistas de la toxicidad

Entre todas las causas, los antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) son, con diferencia, los fármacos más implicados en intoxicaciones en perros y gatos. Ibuprofeno, naproxeno, diclofenaco o meloxicam son nombres comunes tanto en botiquines domésticos como en clínicas.
Los AINEs actúan como inhibidores competitivos de la síntesis de prostaglandinas, lo que reduce su concentración y afecta funciones esenciales para la homeostasis, como el mantenimiento del flujo sanguíneo renal o la protección de la mucosa gástrica.
En los casos de toxicidad por AINE pueden verse comprometidos el tracto gastrointestinal, los riñones, el sistema nervioso central y la función plaquetaria. Los gatos, así como algunas razas de perros como el pastor alemán, muestran una mayor sensibilidad a estos fármacos y suelen requerir un manejo más intensivo. En los gatos, la lesión renal aguda puede aparecer incluso con dosis relativamente bajas. En los perros, por el contrario, los signos iniciales suelen estar relacionados con la ulceración gastrointestinal —vómitos, diarrea, melena o hematemesis—, pudiendo desarrollar después una lesión renal aguda secundaria.
La prevención pasa siempre por lo mismo: nunca administrar AINEs humanos a animales y revisar cuidadosamente la dosis en función del peso, la edad y la función renal del paciente.

Paracetamol: un enemigo silencioso para los gatos

El paracetamol merece mención aparte. Es un medicamento habitual en cualquier hogar, pero en gatos actúa casi como un veneno.
Los gatos son especialmente susceptibles a la toxicidad por paracetamol debido a su baja actividad de la glucuroniltransferasa, lo que limita su capacidad de glucuronidación. En esta especie, el metabolismo del paracetamol depende en gran medida de la sulfatación y, cuando esta vía se satura, se generan metabolitos tóxicos.
La toxicidad por paracetamol se caracteriza principalmente por metahemoglobinemia y daño hepático, aunque también pueden producirse lesiones renales. La metahemoglobinemia provoca un marcado cambio en el color de las mucosas, que pasan a un tono marrón fangoso, y suele acompañarse de taquicardia, hiperpnea, debilidad y letargo.
La N-acetilcisteína es un antídoto potencial porque reduce la magnitud de la metahemoglobinemia y el daño hepático.

Ivermectina y otros antiparasitarios: la genética también importa

Los antiparasitarios del grupo de las lactonas macrocíclicas (como ivermectina, moxidectina o doramectina) son extremadamente eficaces, pero su uso inadecuado puede causar graves problemas neurológicos, sobre todo en ciertas razas de perros.
Algunas razas —Collie, Pastor australiano, Shetland, entre otras— presentan una mutación en el gen MDR1, que permite que la ivermectina atraviese fácilmente la barrera hematoencefálica. El resultado es una intoxicación que puede causar síntomas neurológicos, midriasis, temblores, ataxia, vómito, estados comatosos e inclusive la muerte.
No existe antídoto específico, aunque la administración de emulsiones lipídicas intravenosas puede ayudar a reducir la concentración libre del fármaco en sangre. La mejor medida sigue siendo la prevención: conocer la predisposición genética del paciente y ajustar el tratamiento en consecuencia.

Benzodiacepinas, anestésicos y sedantes: cuando el exceso se vuelve tóxico

El margen de seguridad de algunos sedantes y anestésicos es muy estrecho, y una dosis mal calculada puede provocar efectos indeseados. Las benzodiacepinas, por ejemplo, pueden causar depresión del sistema nervioso central y del sistema cardiovascular, especialmente si se combinan con otros depresores. En gatos, el uso repetido de diazepam oral se ha relacionado con hepatotoxicidad severa.
En estos casos, la rápida identificación del agente causal permite utilizar antídotos específicos como el flumazenilo (para benzodiacepinas) o el atipamezol (para agonistas alfa-2), además de instaurar un tratamiento de soporte adecuado.

Rodenticidas anticoagulantes: un clásico que nunca desaparece

Aunque no se trate de medicamentos en sentido estricto, los rodenticidas anticoagulantes siguen siendo una causa frecuente de intoxicación accidental, tanto en mascotas como en animales de explotación. La ingestión de estos productos —o de presas contaminadas— interfiere con la regeneración de la vitamina K y provoca hemorragias internas progresivas.
Los signos clínicos (sangrados espontáneos, hematomas, disnea, anemia) pueden tardar varios días en aparecer, lo que complica el diagnóstico si no se dispone de una historia clínica detallada.
La administración de vitamina K1 durante varias semanas es el tratamiento de elección, aunque los casos graves pueden requerir transfusiones y monitorización estrecha de la coagulación.

Otros fármacos que pueden causar problemas

Existen muchos otros medicamentos potencialmente tóxicos cuando se emplean fuera de los márgenes de seguridad:

  • El metronidazol, usado ampliamente como antibiótico y antiprotozoario, puede causar ataxia y nistagmo si se administra a dosis altas o durante periodos prolongados.
  • El tramadol, aunque seguro en la mayoría de los casos, puede provocar convulsiones en perros sensibles.
  • Los betabloqueantes y calcioantagonistas, empleados en cardiología, pueden causar bradicardia y shock si se sobredosifican.
  • Incluso la insulina, imprescindible para el tratamiento de la diabetes, puede provocar cuadros de hipoglucemia severa cuando no se ajusta correctamente.

Cada uno de estos casos requiere un enfoque diagnóstico y terapéutico específico, pero todos comparten un mismo principio: la precisión en la dosificación y la vigilancia posterior son fundamentales.

El papel del laboratorio: un aliado indispensable

Ante una sospecha de intoxicación, la colaboración entre el veterinario clínico y el laboratorio toxicológico es clave. Los análisis permiten identificar el fármaco implicado, detectar su presencia en sangre o tejidos y ayudar a diferenciar una sobredosis accidental de una reacción idiosincrática.
En AMSvet, los paneles analíticos específicos para AINEs, antiparasitarios, rodenticidas o psicofármacos ofrecen resultados precisos y rápidos, orientando el tratamiento y evitando que el clínico tenga que actuar a ciegas. Además, la consulta previa con el laboratorio sobre la toma y conservación de muestras mejora notablemente la fiabilidad de los resultados.

Conclusión

En toxicología, la experiencia demuestra que no existen fármacos completamente seguros, sino dosis, circunstancias y pacientes adecuados. La toxicidad no siempre es un fallo de la medicina, sino a veces del contexto en el que se aplica.
Formación continua, comunicación fluida entre veterinarios y laboratorios, y rigor en la práctica clínica son las mejores herramientas para que los medicamentos sigan siendo lo que deben ser: aliados, y no enemigos, de la salud animal.